22 nov 2008

Campaña violencia género 2008, en Leganés

Los malos tratos, la violencia bestial de género han formado parte de la vida cotidiana de las mujeres a lo largo de la historia.


Pero esta violencia estaba normalizada y naturalizada, por lo que era invisible, inexistente y por lo tanto estaba silenciada y oculta.

Ahora, sabemos que en nuestro país el número exacto de víctimas asesinadas por manos de sus parejas, ex novios o ex maridos. 85 mujeres han perecido desde lo que va de año, y esta lacra no tiene visos de parar.


Cifras escalofriantes que como una mala epidemia se extiende y afecta a cualquier mujer dentro de diferentes clases sociales.

Hay que señalar que la violencia es aprendida socialmente, no es innata a la biología o genética del hombre.

Pero en el caso de la violencia de género, el hombre ha aprendido social y culturalmente a situarse en la posición de dominio, y ha incorporado la violencia como una forma más de relacionarse con las mujeres, para conseguir sus objetivos y para resolver sus conflictos. Muchas mujeres se sitúan en el lado opuesto, el de la sumisión y ponen una barrera que dificulta una visión clara de la realidad.


El miedo, el pavor que atenaza a las mujeres es tal que muchas no se atreven a denunciar a su agresor y es por eso que la violencia de género ha sido y es a veces inexistente y tiene lugar en cualquier país del mundo. Bien porque forma parte de la cultura, por vergüenza, dependencia al hombre o por la baja autoestima, o porque la mujer sufre el llamado síndrome maltrato: se siente indefensa.


En nuestro mundo occidental tenemos recursos y aunque tiene sus fallos y a veces se caracteriza por disponer de otro maltrato como es el Institucional (lentitud de los procesos, descoordinación, pasividad y/o ausencia de implicación entre los profesionales…) la mujer tiene un recurso, unos derechos que le servirán a la hora de pedir ayuda.Pero en otros países no hay esa opción.


En Kalkilia (Cisjordania) Palestina, el pasado 25 de octubre tres mujeres que eran hermanas fueron asesinadas por los llamados crímenes de honor. Dos de ellas aparecieron muertas en su casa y la tercera mujer apareció en un vertedero.


"La Ley vigente castiga con un máximo de dos años de prisión a quien comete un crimen de honor. En ocasiones existen denuncias, pero lo habitual es que los hombres confiesen. Se sienten orgullosos. El precio a pagar es soportable", dice Raji Souraní, presidente del Centro Palestino por los Derechos Humanos.

Sus nombres: Nahed, Suha y Lina.


Tres asesinadas que pasan a englobar números a la larga lista de crímenes por honor, dolorosamente habituales en países donde predomina la carencia de libertad de género.(...)


Lapices para la paz

Seguidores